Más de 2.000 familias, profesionales y cuidadores ya utilizan nuestros libros en USA, Europa y ahora en Argentina. Testeados por familiares y profesionales acreditados, esto nos comparten:
“Mi mamá volvió a sonreír mientras leíamos uno de los cuentos. Fue un momento que no me voy a olvidar.”
— Sofía Morales, hija de Graciela (84 años)
“Mi paciente con Alzheimer se enganchó muchísimo con las actividades. ¡Gracias por este material tan humano!”
— Mariana Pérez, terapeuta ocupacional
“Me emociona ver a mi abuela pintar sus flores con tanta concentración y calma.”
— Valentina Ríos, nieta de Elena (86 años)
“No son materiales aniñados, son dignos, claros y con mucho respeto.”
— Pablo Ruiz, acompañante terapéutico
Queremos compartir también las palabras completas del Prof. Dr. Roberto R. Herrera, quien nos acompaña y avala este proyecto.
Muchos en busca de la felicidad, creen que uno puede volver a los lugares donde fue feliz y será nuevamente feliz. Y esto es cierto, en parte. Podemos pararnos frente a la puerta de aquella escuela primaria donde aprendimos a leer. Podemos entrar a la casa de la abuela, donde el olor a pan recién horneado nos abrazaba como sus manos. Podemos volver físicamente, sí. Pero hay algo —algo esencial— que ya no está.
Las personas. Las voces. Nosotros mismos, los que éramos entonces ya no estamos allí.
El tiempo no retrocede. El tiempo nos transforma, nos despeina la memoria y, a veces, nos borra los nombres más queridos. Quisiéramos volver tal como éramos, intactos, con la risa fácil de la infancia o el primer amor palpitando en el pecho. Pero no se puede. Al menos no con el cuerpo más, o menos ajetreado por la vida.
Este libro, en cambio, ofrece un atajo. Una rendija por la que se filtra la luz de lo que fuimos. Una puerta entreabierta hacia aquello que parecía perdido. Porque en estas páginas no sólo hay cuentos. Hay perfumes, hay sonidos, hay latidos. Hay trenes que llegan, bicicletas rojas que se estrenan, tardes que huelen a pan y a juego. Hay recuerdos que, más que recuerdos, son emociones vivas, en ese imaginario regreso.
Y ese es el milagro de este libro de cuentos cortos.
Para quienes enfrentan la dura experiencia de una demencia, para quienes conviven cada día con un ser querido que se aleja sin querer, este libro no es solo literatura: es compañía. Es alivio. Es ternura. Es emoción. Es una forma de tocar lo intangible, de hablarle al corazón cuando la razón ya no encuentra palabras.
Porque aunque la memoria se apague, el sentir sigue latiendo, el alma no olvida.
Estas historias breves, nacidas de la sensibilidad de dos jóvenes autoras —Mariel y Jimena—, son faros en la niebla de una razón que alumbra ya muy tenue. Pequeñas piezas de un rompecabezas que no intenta completarse, sino abrazarse. A veces, basta una imagen, una flor por pintar juntos, una frase, una escena, para que algo adentro nuestro se despierte. Una lágrima, una sonrisa, un suspiro. Un "yo estuve ahí". Un "yo fui así". Un "yo todavía soy".
Mariel y Jimena han logrado en esta obre lo más difícil: tender un puente entre lo que se fue y lo que aún late. Y lo han hecho con una delicadeza inmensa, sin forzar nada, sin pretender más que lo esencial: emocionar, regresarnos hasta donde el corazón alguna vez fue feliz.
Por eso, recomiendo leer este libro como ellas lo proponen, como se toma un mate en la tarde: sin apuro, con presencia, con el corazón abierto. Puede que no cure. Pero acaricia. Y, a veces, eso es todo lo que necesitamos.
Prof. Dr. Roberto R. Herrera